Aprende a escuchar… tu pulso

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A día de hoy la frecuencia cardíacacontinúa siendo el parámetro más utilizado para conocer y controlar la intensidad del esfuerzo en deportes de resistencia como son el ciclismo o el triatlón. De hecho, cientos de miles de deportistas tienen al pulsómetro como herramienta inseparable en sus entrenamientos. 

Con ellos, la mayoría han aprendido en cierta manera a escucharse, a saber controlarse mejor e incluso a entrenar en aquellas franjas de pulso que más les interesan según sus objetivos. 
Sin embargo, los que los usan con más frecuencia también sabrán que la frecuencia cardíaca está sujeta a cierta variabilidad y ante un mismo nivel de esfuerzo o incluso en reposo, nuestro corazón no siempre late a la misma velocidad.

Esta variabilidad nos puede despistar un poco si no conocemos bien los mecanismos por los cuales el corazón puede modificar el ritmo de sus latidos de un día para otro. 
Para que no te lleves a engaños y sepas en todo momento lo que pasa en tu cuerpo, debes tener en cuenta ciertas situaciones por las que puedes pasar y como afectan a tu ritmo cardíaco. 
¿Por qué la semana pasada en esta misma subida iba 10 pulsaciones por encima? ¿Por qué subo de pulso exageradamente al mínimo esfuerzo? ¿Por qué cuando llevo muchas horas de esfuerzo me cuesta alcanzar un pulso alto?
Encontrarás la respuesta a esta y otras muchas preguntas si lees con atención lo que sigue:
Cuando el pulso es anormalmente alto…

1-Desentrenamiento
Cuando no estamos entrenados nuestro organismo se vuelve menos eficiente. Para realizar la misma cantidad de trabajo físico (si lo medimos en vatios) los músculos necesitan más sangre y nutrientes, el corazón debe bombear más rápido y además se producen más sustancias de desecho.
2-Ambiente caluroso
Para evitar un aumento de la temperatura corporal, el sistema cardiovascular debe hacer un sobre esfuerzo por redistribuir la sangre y que esta circule en mayor cantidad por vasos cercanos a la piel y expulsar así calor. Esto supone una mayor actividad cardíaca.

3-Deshidratación
Las pérdidas de líquido a través del sudor provienen del plasma sanguíneo (parte líquida de la sangre).. Cuando nos deshidratamos pues, la sangre de nuestro organismo tiene menor volumen y por tanto, el corazón debe latir más veces para hacerla llegar con normalidad a todos los tejidos.
4-Fatiga
La acumulación de sustancias de desecho (toxinas) en la sangre y la pérdida de eficiencia cardiovascular cuando estamos pedaleando a un ritmo elevado pero constante contribuye también a que el pulso tienda a elevarse en las primeras fases de la fatiga.
Soportar cadencias de pedaleo muy altas estimulan los procesos aeróbicos y por tanto, provocan un aumento significativo de la respiración y el ritmo cardíaco, pues se incrementan las necesidades energéticas de las fibras musculares rojas o de tipo I (necesitan más oxígeno para obtener energía que las de tipo II).


Cuando el pulso es anormalmente bajo

Cuando estás en forma, el pulso tiende a bajar sensiblemente, a pesar de que sobre el papel pueda parecer lo contrario. En términos generales, el motivo es que tus músculos necesitan menos cantidad de nutrientes y de oxígeno para hacer el mismo trabajo.
2-Fatiga (a largo plazo)
Con el paso de las horas, como en marchas cicloturistas por ejemplo, la fatiga provoca que tus músculos pierdan capacidad de contraerse con la misma intensidad que lo hacían al inicio del ejercicio, esto provoca a su vez una respuesta cardíaca atenuada, mayor cuanto más fatigados estemos.

3-Cadencia muy baja
Ir demasiado atrancados provoca una mayor solicitación del sistema muscular y no tanto del cardiovascular. Se activan más fibras de tipo II o blancas, con lo que no es necesario tanto aporte de oxígeno ni tanta actividad cardíaca. En esta situación, cuesta alcanzar un pulso muy alto.
4-Medicación
Tomar ciertos medicamentos como por ejemplo los beta-bloqueantes, usados no solo para tratar cardiopatías sino para cuestiones como la migraña, el hipertiroidismo o la ansiedad, retardan la cadencia del estímulo nervioso que provoca la contracción del corazón, por tanto, reducen también notablemente la velocidad de los latidos.
Miguel Ángel Sáez
Fotos: por I. Merchán, 
varias fuentes
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